Buenos Aires, Argentina
Descenso y violencia
Increíble. Pero real. Tan real como la pasión por el fútbol. Hace 110 años, un equipo soñaba con ser grande. Y fue. Y es. Hoy la situación parecía irreal. Por primera vez, el Club Atlético River Plate descendió a la B Nacional. Un torneo totalmente desconocido para ellos.
UN GRANDE QUE SUFRE |
El miércoles pasado, el rival, Belgrano de Córdoba le ganó en condición de local al equipo de Juan José López por dos a cero. Las esperanzas comenzaban a desmoronarse, la ilusión se partía y, para colmo, los inadaptados de siempre (porque la palab
ra hincha les queda grande) ingresaban a la cancha encapuchados exigiéndole a los jugadores los goles que no llegaban.
Mucho se habló durante la semana. Duras críticas recibió la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) por permitir que el partido en el Monumental se lleve a cabo con hinchada. Tantos partidos se han jugado sin las tribunas gracias a los violentos que pretenden mejorar al equipo invadiendo la cancha que es inentendible como el estadio más grande de Argentina le abrió las puertas al público.
El público recibió al plantel de la misma manera que en una final. Papelitos, cantitos, aplausos, gritos, ovación. A las 15 en punto, Sergio Pezzota dio el pitazo inicial y el partido comenzó. Las cartas ya estaban echadas.
A los cinco minutos del primero tiempo llegó un aire de esperanza. Mariano Pavone clavaba la pelota en un lugar inalcanzable para el arquero cordobés, Juan Carlos Olave. Los hinchas se volvían locos, deliraban, sonreían, se emocionaban y, sobretodo, tenían fe.
Sin embargo, el árbitro también jugó un rol importante en el partido. Claudio Pérez le cometió un claro penal a Leandro Caruso que Pezzota no vio. Ni él ni sus ayudantes. El primer tiempo fue, exclusivamente, de los millonarios. River jugó más que los 19 partidos que enfrentó durante el año, fue claramente superior. Pero dicen que los goles que no hacés… Fin del primer acto.
A las cuatro de la tarde, los jugadores salieron, nuevamente, a la cancha. Las esperanzas eran las mismas, pero los nervios eran mayores aún. El equipo de la banda no jugó tan bien como se necesitaba y los cordobeses lo aprovecharon. Luego de un inexplicable choque entre dos defensores, el volante de Belgrano, Guillermo Farré sentenció y enmudeció Núñez.
A partir de ese momento, nada fue como antes. Y un penal errado por Pavone, el mismo delantero que le dio esperanzas a River minutos antes, definió el partido más importante en la historia del club.
Vergüenza futbolística
Hace varios años que la violencia y las muertes se hacen eco en el deporte más popular de Argentina. A pesar de tanta tristeza, el descenso de los dirigidos por Jota Jota López quedó opacado. La bestialidad desmedida de quienes confunden pasión con “no me importa nada” avergonzó al fútbol nacional.
El Monumental fue un campo de batalla. Muchas personas reboleaban maderas, fierros, botellas, piedras exigiendo vaya a saber qué. El enojo se justifica, pero la violencia no. El saldo no deja mentir: policías e hinchas heridos, destrozos institucionales incalculables, vidrios rotos, puestos de comidas callejeras incendiados, locales de autos, ropa, restaurantes destruidos.
Tanta desazón oscureció la tarde de Núñez. Una tarde para el olvido. Increíble pero real. Tan real como que River jugará en la B Nacional.